Cuatro caminos principales, uno Primitivo, otro Costero como continuación del primero y otros dos que actuaban de nexo entre el Camino Primitivo y el Camino Francés, cruzaban las tierras del Norte español. Todos ellos tenían en común un mismo destino, Santiago de Compostela, y aunque se repartían por latitudes dispares, contaban además con una serie de factores de cohesión. No creemos equivocado englobar este elenco de vías bajo el lema de "unidad en la diversidad" pues al tiempo que contienen variantes enriquecedoras, estos caminos del norte son un haz de itinerarios humanos, culturales y religiosos unificados por la historia, el paisaje y la geografía. Esta afirmación se ve respaldada por dos criterios:
Criterio histórico. Los primeros itinerarios a Santiago de Compostela surgen en un contexto histórico muy preciso: el de las primeras formaciones políticas cristianas surgidas tras el siglo VIII en el norte de la Península Ibérica y organizadas en torno al reino de Asturias y el reino de Navarra. Estos reinos aglutinaron a colectivos humanos y territorios que son la base de las comunidades autónomas integrantes de la propuesta. Con todo, las denominaciones político-geográficas de aquellos tiempos no pueden equipararse a las existentes en la actualidad y las relaciones entre las distintas realidades territoriales que aglutinaban no han de entenderse en términos de asimilación o subordinación sino de interdependencia. Los acontecimientos históricos de la época revelan que, pese a la centralidad política, cada espacio fue capaz de preservar su identidad y jugar un papel de extraordinario peso en la formación de un universo social, político e ideológico común. La historia política de estos momentos ofrece incontables pruebas de este supuesto y la mención de algunas puede ser suficiente. Así por ejemplo, Alfonso I era oriundo de Cantabria. Por su parte, la madre de Alfonso II el Casto, el rey que dio inicio al camino jacobeo, era vasca y en las tierras vascas se refugiará el monarca cuando sea depuesto en plena juventud. Así mismo, los territorios gallegos y en particular, la ciudad de Lugo, en el camino primitivo a Compostela, resultarán esenciales en el ascenso al trono de Ramiro I, sin olvidar que un personaje oriundo del espacio galaico, Fruela Bermudez, ocupará el trono asturiano durante un breve lapso de tiempo. Además, la zona de La Liébana, ocupará un lugar preferente en la formulación ideológica y literaria del culto jacobeo. En última instancia, las relaciones bilaterales entre el reino de Asturias y el reino de Navarra alimentarán fecundas alianzas políticas e intercambios culturales y humanos. A partir de estas envolventes, tuvo lugar un incesante flujo social, personal, ideológico, cultural y diplomático que empleó los Caminos del Norte como medio de expansión y constituyó el crisol formativo del culto jacobeo.
Criterio paisajístico y humano. La España verde. Todas las comunidades que acogen el paso de los Caminos del Norte integran el espacio atlántico español, la llamada "España Verde", título que evoca la existencia de un paisaje común marcado por el color uniforme de sus tierras, pero que obedece a raíces históricas y antropológicas mucho más profundas. Todas estas comunidades comparten una misma ordenación tradicional del espacio, de cuño rural y pesquero, además de costumbres sociológicas, expresiones culturales y sensibilidades colectivas muy semejantes.
Gran parte de ese mapa humano se desarrolló en los siglos de la Alta Edad Media que acunaron el nacimiento del camino de Santiago, organizado, primero, en torno al tipo de ordenación espacial conocida como comunidad de valle o aldea, en el que un pueblo o aldea actúa como centro de población dispuesto en un término territorial. Dicha aldea estaba asimilada a la iglesia y la parroquia como circunscripción religiosa y a un castillo como enclave de control político.
A partir fundamentalmente de los siglos XII y XIII va a desarrollarse el segundo modelo de ordenación compartida, esta vez en torno a las ciudades y puertosimpulsados por la política repobladora del monarca, que constituyen la siguiente capa formativa del paisaje atlántico.
Los Caminos del Norte son las arterias que unen a estos espacios y acrecientan aun más el espíritu de cohesión entre las comunidades que los habitan. Sirva indicar meramente que en el estado actual de estas rutas históricas se han ido solapando tiempos y culturas, perviviendo iglesias y monasterios, hospitales y albergues, ciudades y aldeas de distintas épocas o transformándose y volviéndose a transformar siglo a siglo Y sin embargo, la sola mención de los distintos hitos poblacionales, religiosos o humanos que marcan el paso de los Caminos es una esplendida expresión de la antigüedad de estos viarios, remitidos a veces incluso a la Prehistoria y de un espíritu de peregrinación milenario que fluye sin descanso. La identidad histórica del Camino se perpetúa.
Las diferentes rutas del Camino de Santiago propuestas para su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial cuentan con una longitud global de 1.498,91 kilómetros, siendo la distribución por itinerarios la siguiente:
- Camino Primitivo: 311,31 kilómetros
- Camino de la Costa: 936,28 kilómetros
- Camino Interior: 196 kilómetros
- Camino Lebaniego: 55,32 kilómetros